Dulce María Loynaz

Poemas sin nombre: XXXIII

Apacigüé el dolor por un instante y me he escapado de él como de un lobo dormido.
 
Pero sé que, cuando despierte, olfateará mis huellas en el aire, sabrá encontrar mi rastro y alcanzarme con su garra hasta donde, cansada, me refugie.
 
¿Por qué he de ser presa apetecible?
 
No tengo sangre para apagar su sed de fiera maldecida, ni llevo en mis alforjas más condumio que sueños resonados y ya fríos...
 
¿Qué camino extravié que no me acuerdo?
 
¿Qué flores corté jugando que no las veo?
 
Frente a mí, la gran selva crece espesa.
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