Dulce María Loynaz

Poemas sin nombre: XXXII

Ayer quise subir a la montaña, y el cuerpo dijo no.

Hoy quise ver el mar, bajar hasta la rada brilladora, y el cuerpo dijo no.

Estoy desconcertada ante esta resistencia obscura, esta inercia que contrapesa mi voluntad desde no se dónde y me sujeta, me suelda invisibles grillos a los pies.

Hasta ahora anduve todos mis caminos sin darme cuenta de que eran justamente esos pies los que me llevaban, y me llené de todos los paisajes sin fijarme si entraban por mis ojos, o los llevaba ya conmigo ante de que se dibujaran en el horizonte, y alimenté luceros, sueños, almas, sin reparar en que las propias venas se me vaciaban de la sangre prodigada.

Ahora pregúntome qué estrella vendrá a exprimirse gota a gota dentro del corazón exhausto, qué fuente habrá para abrevarlo como animal cansado...

Pregúntome qué haré sobre la tierra con este cuerpo inútil y reacio. Y ligo decir al cuerpo todavía.

—¿Qué haré con esta chispa que se creía sol, con este soplo que se creía viento...?

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