Ni con guirnaldas de rosas deseo sujetarte. No quiero nada tuyo que no brote por propio impulso, como el agua de los manantiales.
No he de poner un dedo sobre ti; me es grato recibirte como un don, no como un fruto de fatigas.
Si he de bajar hasta la entraña de tu tierra a buscar el diamante que he soñado, guarda el diamante tú, que no lo cambio por mis sueños.
De sueños resoñados pude vivir hasta ahora; de diamante ofrecido con desgano, yo no podría vivir un solo día.