I
La muerte la dobló sobre las rosas.
Una lumbre de luna mitigada en la niebla
cayó toda la noche sobre el túmulo
de rosas ahuecado para la niña muerta.
El pelo suelto y húmedo
del último sudor, la cabellera
que nadie peinaba ya más nunca,
caía con las flores y las hojas revuelta...
En los ojos abiertos y asombrados
se le cuajaban dos estrellas negras.
II
Por la ventana abierta entraba el sol
y el olor de los campos sobre la niña muerta.
La caja tapizada parecía
un estuche de esencia.
Allá dentro la masa de cabellos
aplastaba las margaritas frescas.
Murió de madrugada y era dulce
como todas las niñas...
El olor del campo
se mezclaba al de la cera
derretida; sobre el cristal zumbaba
obstinada una abeja...
En los ojos abiertos bajo el vidrio
le cabía la Muerte... ¡Toda entera!...