Bajo el arco fresco del ramaje umbrío,
de los arrayanes que bordan la orilla
entre la guirnalda florecilla, brilla
como una pupila de esmeralda el río.
Y es la transparencia de sus aguas puras,
inmovilizadas, tan serena y honda,
que se unen la fronda sonora y la fronda
del cristal, formando dos grutas obscuras.
Del airón altivo de una palma enhiesta
oculto en los flecos, con trinos de fiesta
modula un sinsonte sus claras octavas,
mientras doblegados amorosamente,
con leve murmullo besan la corriente
los penachos líricos de las cañas—bravas.