Ey, Ey, deja de quejarte,
abraza la vida que tienes
ven, cógete a mí,
yo te abrazaré fuerte,
no dejaré que caigas.
Viaja hasta el monte de Venus,
que tus dedos toquen una melodía
que me haga sentir en el pico más alto.
Desde mi boca hasta tu ombligo,
va mi aliento como una lengua
de fuego recorriéndote
el viento sale de tu boca
quemándome la piel,
ahogando los gemidos de agonía,
llevándonos a la muerte delirante
en la agonía del placer más absoluto.
En la madrugada la aurora
nos va envolviendo en otro día más
en esta casa que se va quedando pequeña.
Ey, tranquilo siempre me tendrás,
en el límite del placer y la locura.
Arden mis manos y comenzamos
de nuevo la vuelta a la sensualidad
de nuestros cuerpos... La petite mort
llegó como un relámpago a lo más alto
de su vuelo.