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La Habana es como una hermosa, limpia, fresca, alegre casa: sus puertas, de par en par, invitan a visitarla. Aquel que a Cuba respete
Prende tus luces cocuyo de marzo: esta es la noche de hablar con el gallo. Compartiremos
¡Limón, limón! Limón agrio, limón criollo, limón dulce, limón chino,
¡Tilín! ¡Tilán! Campana de oro de la mañana. ¡Tilín!
Naranja sobre limón, sobre limones el agua: agua fértil de represa, agua de la nube blanca. Finas espigas de arroz,
En el pozo viejo el sapo se baña; la luna, traviesa, se mete en el agua. En el pozo nuevo
En la Sierra Maestra, con el paisaje, se alzó su vide noble, creció su sangre. Sembrador, guerrillero,
Nombres tuyos, nombres míos, que recibimos de ayer como el agua de los ríos y que debes conocer: Bejucos de la Perdiz,
¡Que ruede la rueda de pan y canela! Que llegue al campo, que busque el trigo, que diga al agua
En la casa que recuerdo, en la casa, entre el naranjal y el cielo: plátano indio, plátano congo,
Subes a la portada, ¡quiquiriquí! entusiasmado cantas, ¡cucurucú! Veo tu pico amarillo,
Moterita de madera llena de polvos de arroz, con tapa de cristal fino y la mota de plumón. ¿De quién será la motera
De parte del aguacero que cubran con un paraguas al retoño del almendro. El coralillo rosado debe prestar atención:
El cielo es un espejo y la gaviota suelta su vela blanca desde la costa. Marinera del aire,
EL día, una rosa blanca. La noche, un caballo negro. (La tarde, una mariposa que ha detenido su vuelo.)