Rubén Darío

Pensamiento de otoño

De Armand Silvestre

Huye el año a su término
como arroyo que pasa,
llevando del poniente
luz fugitiva y pálida.
Y así como el del pájaro
que triste tiende el ala,
el vuelo del recuerdo
que al espacio se lanza
languidece en lo inmenso
del azul por do vaga.
Huye el año a su término
como arroyo que pasa.
 
Un algo de alma aún yerra
por los cálices muertos
de las tardes volúbiles
y los rosales trémulos.
Y, de luces lejanas
al hondo firmamento,
en alas del perfume
aún se remonta un sueño.
Un algo de alma aún yerra
por los cálices muertos.
 
Canción de despedida
fingen las fuentes túrbidas.
Si te place, amor mío,
volvamos a la ruta
que allá en la primavera
ambos, las manos juntas,
seguimos, embriagados
de amor y de ternura,
por los gratos senderos
do sus ramas columpian
olientes avenidas
que las flores perfuman.
Canción de despedida
fingen las fuentes turbias.
 
Un cántico de amores
brota mi pecho ardiente
que eterno abril fecundo
de juventud florece.
¡Qué mueran, en buen hora,
los bellos días! Llegue
otra vez el invierno;
renazca áspero y fuerte.
del viento entre el quejido,
cual mágico himno alegre,
un cántico de amores
brota mi pecho ardiente.
 
Un cántico de amores
a tu sacra beldad,
¡mujer, eterno estío,
primavera inmortal!
Hermana del ígneo astro
que por la inmensidad
en toda estación vierte
fecundo, sin cesar,
de su luz esplendente
el dorado raudal.
Un cántico de amores
a tu sacra beldad,
¡mujer, eterno estío
primavera inmortal!
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