¿Qué cuesta conceder una sonrisa
y un amistoso gesto a un semejante?
¿Acaso eres esclavo de la prisa
y no puedes parar ni un solo instante?
¿No ves que si te escucha una palabra
animosa y que suene a verdadera,
es probable que el alma se le abra
para echar sus desdichas hacia afuera?
¿No piensas que podrías tú también
necesitar tal vez ese remedio
y vieses que las gentes que te ven
te abandonan quitándose de en medio?
Recapacita y piensa en cuanto digo,
aunque a tenerlo en cuenta no te obligo.