El pensar en tu boca me arrebata
y me sube el deseo casi al cielo,
con mi parte animal en puro celo
aunque no me hayas dado ni una cata,
pero qué voy a hacer, sangre de horchata
no tengo ciertamente y este anhelo
me quema y fundiría todo el hielo
de los polos sin dudar y hablando en plata.
Sueño con esos labios tan carnosos
que son puerta a la gloria que imagino,
tan cargada de miel, dulce ambrosía,
de la cual no dejase ni los posos,
para darme un placer más que divino,
sin que fuera jamás en demasía.