Cuando me invitas llena de dulzura
a libar de la miel que hay en tu boca,
el alma de alegría se me aloca
y sólo piensa en tan sabrosa hartura.
Su meloso sabor mucho perdura
en mi interior, pues con placer se enroca
y tan dulces momentos los evoca
a cada instante y sin tener mesura.
El calor que me llega con tu aliento
se mete presuroso en los rincones
del alma, acariciándola meloso
y el placer en mi cuerpo toma asiento,
merced a los continuos atracones
de un néctar cada vez más delicioso.