Estoy enamorado de la luna,
como también del sol y las estrellas
y de tantas y tantas cosas bellas,
por las que siento una voraz hambruna.
Privilegiado soy de la fortuna,
porque absolutamente todas ellas
en el alma me dejan dulces huellas
y ella liba el sabor de cada una.
No hace falta decir que la ambrosia,
que es de los mismos dioses alimento,
no llega ni con mucho a ese sabor
que tienen y que absorbo cada día,
trayéndome a la par dichas sin cuento
que aumentan las delicias del amor.