La flor que con el viento se deshoja
se muere lentamente de tristeza,
porque ya ni de blanca ni de roja
lucirá, desprovista de belleza.
Al suelo va a parar y se confunde
con tierra que el rosal alimentara
y con ella, de igual a igual, se funde
por ver si nuevamente reencarnara.
Convertida en el humus que alimenta
la planta, va feliz a los capullos
a través de la savia y se hace cuenta
que el color y el olor también son suyos.
La esencia de la vida nunca muere,
que un poder misterioso la transfiere.