Cuántas veces estoy de amor ansioso,
pero te empeñas en llamarte andana
y tengo que aguantarme gusto y gana,
renunciando a un momento tan dichoso.
Lo consigo en esfuerzo poderoso
que desde el alma mi amargura emana,
sacándome la pena, y la desgrana
en pensamiento triste y doloroso.
Me noto cada vez que esto sucede
débil el corazón, del sufrimiento,
al punto de sentir que ya no late
y hasta llego a pensar que ya no puede
mandar la sangre a que me riegue, y siento
que ya perdí tan singular combate.