Yo sé que atrás se quedará mi rostro
pero que mi voz estará siempre en el alba,
que no hay tumba para la férvida palabra
y mucho menos para el canto que va de boca en boca.
Clementina Suárez
“ Clementina Suárez (Premio Nacional
de Literatura 1970) es una de las figuras más
representativas de la poesía hondureña del
siglo XX, tanto por la trascendencia y significado
de su obra misma, como por lo sostenido
de su producción, que inicia en 1930 y no
termina sino hasta tres años antes de morir
asesinada en circunstancias aún no esclarecidas,
en diciembre de 1991; es decir, abarca
seis décadas de la historia literaria y social del
país.
A la importancia de su obra literaria se aúna
su personalidad multifacética y compleja, tan
rica e intensa, que cualquier intento de análisis
conlleva el riesgo de juzgarla sólo parcialmente.
Por su carácter rebelde e iconoclasta,
es posible considerar a Clementina Suárez sólo
desde la perspectiva de la ruptura por sí misma,
como reafirmación del “yo”, en abierto
desafío de los convencionalismos sociales;
pero la verdadera trascendencia de su legado
sólo puede comprenderse en la totalidad de
una acción creadora y vital”
Estudiosos y protagonistas de la historia de la
literatura hondureña han coincidido en el
reconocimiento de la unicidad entre trayectoria
vital y obra en Clementina Suárez. Así lo
apunta, por ejemplo, el poeta Rigoberto Paredes:
“Vida y obra han crecido trenzadas, coyuntadas
por la firme y fecunda pasión de existir,
de perdurar. (...) Desconocer su nombre (...)
sería como privar a nuestras letras y, por qué
no decirlo, a un período significativo de la
actual formación cultural hondureña, de una
voz, de una actitud con caracteres fundacionales.
Vida y obra se erigen, por tanto, en
hitos precursores de una forma de hacer,
de una manera de ser iconoclastas, eclosivas,
sin duda necesarias para potenciar
todo proceso de transformación material
y espiritual”.