Queda, suave, evanescente
me alejaré una noche, como una
sonámbula que se siente
atraída por la cara de la luna.
Nadie oirá mis pasos, sutilmente
iré buscando mi fortuna
en la faja de luz o en el relente
que va dejando tras de sí la luna.
Seré sombra entre las sombras confundida,
interrogaré entre esas sombras a la vida
y quizá pueda con mis interrogaciones
para la sangre que corre de mi herida
poblar de rumores mi alma entristecida
y llenar mi existencia de nuevas ilusiones.
En su caballo de palo
Y nadie comprende
que los ojos se cierran apretando una pena,
que una ola negra ennubla el corazón.
Que sumiso –en esta encrucijada—
el cuerpo camina a tientas…
Que en este ponerse y quitarse los zapatos,
que inútil la hora
qué penoso el minuto.
un niño con su dedo me señala la sombra
y viajo con él en su caballo de palo,
como si quisiera huir, huir…
No se mide la miseria,
no se silencia el hambre.
El hombre que se va y regresa a su cielo
fijo
a donde sin remedio está crucificado.
Querría sacudir el polvo de su frente
cansada,
Fascinada, desparramar estrellas, caricias.
Quisiera ignorar que no hay justicia.
Ignorar que yo misma ando en el vacío,
como si estuviera parada en un puente
atado sólo de un extremo.
Que la camisa que cubre mi cuerpo ya me
queda holgada.
Y ando riendo, llorando,
abrochando una súplica
de puerta en puerta
para que me dejen pasar lista
con los que tienen trabajo,
y pueden alegremente
celebrar su cumpleaños
o simplemente desayunar.