Portrait of Helena de Kay, by Winslow Homer
Mujer Repensante

De la esperanza perpetua al temor de la nostalgia venidera

En este instante no concibo mi conciencia un ente especial, pero sí solitario.

Esas afirmaciones egoístas hacen que crea que no comparto este sentimiento con nadie.

A caso, ¿No hay nadie en el en el mundo sufriendo en silencio las mismas insignificantes penas que yo?.

La verdad, jamás lo he clasificado como beneficio. Me pregunto si este sentimiento es considerado vergonzoso o ¿Por qué no lo escucho de nadie?.

¿Será que yo y sólo yo en todo el planeta soy la única persona con una mente de este tipo?.

Ante la duda, lo confieso, me gusta imaginar que en alguna parte del mundo hay alguien en el mismo instante que yo mirando a la nada, esperanzado en no tener esos mismos pensamientos egoístas, o solitarios y, aunque no tenga certeza de su existencia, así siento compañía pues, le comento en mi cerebro, ya considerado en este punto insano, que no se sienta solo, que al menos nos sentimos solos juntos.

Mis meditaciones singulares desesperan mis entrañas amenazando la llegada nostálgica del presente a la realidad, lagrimea el pasado, desprecia el presente y espera el futuro.

En mi caso particular, exactamente no sé a dónde me lleva esto, sólo sé que estoy esperando y que ya quiero dejar de hacerlo.

De lo que sí estoy segura es que, desde entonces, existe una lucha tan sólo unas capas bajo mi cabello, justo entre mis dedos cuando los pongo sobre mis sienes, ahí discuten a todas horas la esperanza y la nostalgia, y sí, pelean por controlar mi forma de sentir la vida, para vivir por mí, sin mí.

Una es la gemela malvada de la otra, ambas parecen ser traicioneras, opuestas, si no está una está la otra y, cada una en su ausencia habla mal de su hermana.

Sin embargo, a pesar de las eternas discusiones, la mayoría del tiempo, sino es que siempre, habían sobresalido los gritos eufóricos de la esperanza, y su ventaja es que cuando se es muy joven suele ser siempre positiva.

Pero, desde hace tiempo, paso la vida en un estado perpetuo de espera que no me deja sentir que vivo, porque siento que al final voy a comenzar a vivir.

Pero ¿bajo qué parámetros se mide la felicidad o el vivir la vida? ¿Será que el humano genérico trata de cuantificarla con sistemas métricos ajenos?.

Quizá la espera sólo empaña los lentes de vivir el presente, quizá ya hasta la estoy viviendo, pero no respirando, el discurso de siempre.

¿Cuándo me daré cuenta de que ya llegó la vida?, La plenitud.

Espero que no sea demasiado tarde como para que me alcance primero la nostalgia.

Y ay, esa nostalgia, la eterna compañera, siempre molesta pero necesaria, no la quiero en mi vida, pero siempre me importuna.

Mi conciencia en su defensa, desde que tiene razón, la había evitado en automático, como un repelente, es por eso que antes jamás había imaginado una forma de vida en la que vivir, significara crear recuerdos, sólo vivir momentos.

Y aquí empieza mi problema, ya no puedo percibir los momentos sin sentir la obligación de respirar los instantes a fuerzas, como cuando se respira profundo justo al despertar temprano en las mañanas, con ese peso y esfuerzo, sólo así siento que la nostalgia no me golpeará tan fuerte, quiero evitarla porque ya sé que existe y que es irremediable.

Sospecho que este sentimiento sin nombre me fue contagiado con tan sólo un contacto auditivo de un tercero, fue escuchado a medias y con eso se concedió el derecho de ser el estilo de pensamiento de planta, porque es más fácil de llevarlo a cabo, hasta lubrica los canales de la memoria haciendo parecer que el futuro será más fácil recordar. Una aparición perpetua que me fue contagiada.

Es una nostalgia que yo misma me creo, no existiría si no la hubiera conocido, me anticipo a su llegada, si bien llega mañana o nunca, yo ya la simbolicé. Creé nostalgia en el futuro, un circulo vicioso.

Desde entonces, pienso que el presente ya no es lo mismo que antes, ahora parece el artefacto que tatúa con el pasado al futuro con una marca que no se borra con el tiempo, el pasado se vuelve cada vez más incorregible.

Sin duda y sin evadir, pasará el tiempo y los años, el primero no me hace nada, pero el segundo, ese sí me angustia, sé que con cada año la esperanza se acorta y la nostalgia crece.

Es por eso, que parece que los días los vivo con culpa, hasta he creído que me obligo a vivir agradeciendo no respirar nostalgia cotidiana y no, no le temo a la nostalgia, me da miedo tenerla.

Tengo la esperanza de ya no temerle, de vivir a pesar de ella, de volver a lo que era antes, pero, si quiero el pasado viviré en él, nostálgica.

Me pregunto si será mejor tratar de omitir mis sentimientos sin nombre para siempre, el matarlas, pero, ¿Es posible?.

Podría sacarificar mis reflexiones excesivas por mi propio sosiego, no vivir las experiencias para no extrañarlas, no conocerlas para soslayar la nostalgia y no soñar para no crear esperanza.

O no, quizá nuestro destino humano es jamás poder vivir sin una ni la otra, no ser libre, cautivos, una condena que nos amenaza con llevarnos a la locura.

Mi problema con la nostalgia es que temo que llegue el momento en que se haga realidad mi pesadilla, vivir esperanzada en que pase algo, y que lo único que pase sea la vida, caer en la nostalgia eterna.

Otras obras de Mujer Repensante...



Arriba