Una corona, no, dadme una rama
del adelfa del Gévora querido,
y mi genio, si hay genio, habrá obtenido
un galardón más grato que la fama.
No importa al porvenir cómo se llama
la que el mundo decís que dio al olvido;
de mi patria en el alma está escondido
ese nombre, que aún vive, sufre y ama.
Os oigo desde aquí, desde aquí os veo,
y de vosotros hablo con las olas,
que me dicen con lenguas españolas
vuestro afán, vuestra fe, vuestro deseo,
y siento que mi espíritu es más fuerte
en esta vida que os parece muerte.