Carolina Coronado

Los quince años

Dejas apenas la risueña infancia;
juegos, placeres de su edad dejaste.
Ya el dulce brillo de los quince mayos
         cerca tus sienes.
 
Niña aún graciosa, la infantil sonrisa
bulle en tus labios, como el aura tenue.
Juega en el seno de entreabiertas rosas
         fresca y fugace.
 
Tinta ligera de carmín suave
vase tendiendo por tu tez de nieve.
Como de luna sonrosado cerco
         brilla en tu rostro.
 
Virgen, tu bella juventud al mundo
muéstrase alegre, candorosa y pura.
Tal entre rocas cristalina fuente
         brota en la sierra.
 
Vesla que nace sosegada y tersa,
clara tendiendo sus dorados hilos.
Sigue su curso: caminando, mira
         cómo se enturbia.
 
¡Ah, que tu bella juventud al mundo
muéstrase alegre, candorosa y pura!
Mas ¡ay! ¡cuán presto la serena vida
         tuerce su paso!
 
Ya el adormido corazón despierta
voz misteriosa, que de amor le inflama.
Virgen, ¿no sientes palpitar tu seno
         más agitado?
 
Ya las mejillas de encarnado vivo
tiñe la nueva confusión del alma.
Fijos en tierra los turbados ojos
         lágrimas brotan.
 
¡Ay de la hermosa libertad perdida!
¡ay del sosiego de perdida infancia!
¡Ay del tranquilo corazón tan libre,
         ya aprisionado!
 
Ansias, cuidados, agitadas horas,
largos afanes tras ventura escasa
por solo y triste galardón espera
         virgen amante.—

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