Emilio, ¿qué ha sucedido?
¿qué me tienes que decir?
¿qué ha pasado? ¿qué has oído?
¿dónde anduviste perdido?
¿cómo tardaste en venir?
¡Nada tienes que contarme!
¡no tiene, Emilio, tu boca
un tierno beso que darme!
¡Emilio, quieres quitarme
ese beso que me toca!
¿Que en tu boquita sencilla
busquen un mismo placer
dos almas te maravilla?
¿No van a la fuentecilla
dos pájaros a beber?
¿Y dime qué más supiste?
¿Tú le miraste muy fijo
y estaba, Emilio, muy triste?
¿Eso pasó? ¿Y qué más dijo?
¿Y tú que le respondiste?...
¿Tú también le acariciaste?
¡Conque me amabas así!—
¿Un abrazo? ¿Y le besaste?
Y luego en fin le dejaste
para contármelo a mí...
¡Deja que te sienta unido
por esa dichosa nueva
contra el pecho y comprimido,
y que los labios te beba
en el beso que te pido!
Ermita de Bótoa, 1845