Carolina Coronado

Al hado

La estrella, el signo... ¡Ideal!
el Hado infausto... locura;
que para todo mortal
propicia, fácil, igual
en el mundo es la ventura.
 
Para el monarca opulento,
para el mendigo indigente
tiene la vida igualmente
un oportuno momento
de sonrisa complaciente.
 
No es la fortuna obtener
ese atributo del ser
que jamás faltó a ninguno:
la buena estrella es saber
asegurar cada uno
su fugitivo placer.
 
Fruto es la felicidad
para gustarle en sazón;
quien malogra la ocasión,
culpa la casualidad,
y llama a su imprevisión
destino, fatalidad.
 
Unos su influjo sintieron
porque su influjo estimaron,
otros de cerca la vieron,
y su favor desdeñaron
porque no la conocieron.
 
Y aunque en el mundo tú así
alumbras, felicidad,
sol de muchos, yo ¡ay de mí!
los rayos no percibí
de tu hermosa claridad.
 
Tal vez a mi lado estabas
cuando de tu lado huía;
tal vez tierna me buscabas
y amorosa me llamabas
cuando tu voz no entendía.
 
¡Cuán costoso es el saber,
cuán costoso el aprender
lo que debemos buscar,
y cuán fácil olvidar
lo que debemos temer!
 
¡Y cuán tarde el desengaño
de nuestros errores vemos!
Error que al fin conocemos
para sentir más el daño
que reparar no podemos.
 
Mas daños al más novicio
corazón han de tocar;
pero es risible artificio
a nuestras culpas llamar
hado adverso ni propicio.

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