Carmen Matute

Final del 94

El invierno comenzaba, apenas,
a mostrar su cuerno
—largo y temible—
de unicornio ciego.
Inquietante,
surgía Nueva York
en la desesperanza de la madrugada,
mientras yo –refugiada en un ático del Greenwich–
observaba a través de la ventana
la calle desierta
con su equívoca apariencia
de manso animal,
tal vez
un poco triste.

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