Aquí me tienes al alcance de tu alma
y a merced de tus ojos,
protagonista de una historia que no he vivido
y que sin embargo se ha eternizado en el tiempo
y se ha filtrado dentro de tu piel.
He luchado por encontrarte
sin darme cuenta que desde hace muchos siglos vivías dentro de mí,
saliendo a veces a la superficie con una palabra lejana,
con angustioso parpadeo semejante al de un faro
que busca un barco en la tormenta.
He pugnado por encender un fuego que tú no conocías
porque el fuego eres tú.
Ahora ya no quiero que nadie llene mis cenizas
a donde habitan los batracios,
sino que los espolvoreen los fantasmas
que llevan en las piernas.
Lo cierto es que a la muerte tú y yo llegaremos.
La muerte ya se aleja y el camino es inútil,
plagado de letreros incongruentes
que prohíben el paso a los ensueños.
Nos estamos soñando en un camino que los relojes no conocen
que ignoran los teléfonos.
No hay réplica para tí ni para míel,
ni cuando te duele la cabeza puedo inyectarte el entusiasmo
de un compromiso de amatista.
Nuestra historia no se mueve como el mar en las orillas de la arena.
Nuestra historia no acaba.
Me hablas por medio del rumor de un disco,
o haces el sexo con las ventanas abiertas.
Te acurrucas en mi pasado sin chistar,
y sigues embistiendo el horizonte
bajo el asombro de este amor tenaz.