Dejé que se fuera,
lucía feliz, radiante,
pienso que ilusionada
como cuando apareció en mi vida
a media noche después de su viaje
tras la propuesta de un
“Pude haber sido tuya”
y un arribo inesperado.
Sentí que era yo
quien había dejado de alegrarse,
de latir de amor, sin calidez a su lado;
un “No te amo, no como antes”
sirvió de escudo ficticio
resguardando mi alma
de la bruma del abismo
al saber que se iría,
que era justo
probablemente para ella
o posiblemente para mí,
y así en el momento
de ese adiós sucediendo:
“Te voy a extrañar, pinche loco”
y mi silencio temiendo
el destino avisando
que no habría más mañanas
para amarnos sin fin.