Carlos Pintado

Roma (ii)

Él alzaba la mano y yo quería ser la mano,
o el vacío que su mano dejaba.
Más allá estaba el mundo,
las islas de lo imposible.
 
Él hablaba y yo era la palabra
que él iba a decir cuando sus labios callaban.
Él paseaba desnudo por el cuarto
y yo era el hambre misma mirándolo con ojos de hambre,
con ojos de bestia endemoniada.
Rozábale la luz a ratos, tímidamente,
y yo era la luz
de una lámpara a punto de apagarse.
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