Carlos Pellicer

Cedro y caoba

A Ramón Galguera Noverola

Cedro y caoba,
la tarde baja
de garza en garza
y ahonda al río,
ligeramente,
lo que se canta.
 
Cedro y caoba
viven pareja del paraíso
cuya manzana mi sangre moja.
 
Al pie del cedro,
húmedo aroma.
Por su paloma
torcaz y cielo, subió una rama
sonoramente dodecaedro.
 
Franjas tardías
queman el cielo de una caoba.
Aire jilguero, y entre sus brazos,
la tarde toma.
 
¡Ay tarde sola
que te desgajas
cedro y caoba!
 
Sin que se quiera,
vuela una garza,
con tal belleza,
que tal semeja que así volara
por vez primera.
 
Restira el cielo
mantas azules
para la garza que sigue el vuelo.
 
Tanto su tiempo la tarde extiende,
que en dos azules
uno despide y el otro vuelve.
 
Azul en sombra
lucero tiene.
 
Azul en luces
sus luces vence.
 
Hora del mundo
que el alma toma,
en soledades
cedro y caoba.
 
Cedro y caoba,
¡pareja sola!
 
En mi garganta,
collar recuerdos
junta sus perlas para cerrarla.
 
(Si hay una queja
no hay una lágrima).
 
La tarde cae
ya entre un reguero
de estrella—tardes.
 
De alguna herida
se oye la sangre.
 
Tengo las manos sobre mi pecho.
Cruza una garza,
y el viento sale.
 
¿Salió de un cedro?
¿De una caoba?
 
Viento que rozas:
¿Por qué rosales llenos de espinas
pasaste ahora?
No aspirarte sería
talar el bosque—cedro y caoba.
 
Tálamo sólo
—caoba y cedro—.
Un rumor de silencio
brota del pecho.
 
Y un olor de caobas
bajo los cedros
abre noches fluviales
habitadas de luces y de luceros.
 
Tabasco, 1943.

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