Hijo del amor, del goce y la sonrisa,
nace el hombre a la fe y a la esperanza, y
por el mundo férvido se lanza,
y cree que alfombra de claveles pisa.
A sus pies los abismos no divisa,
Ni la tormenta oculta en la bonanza:
solo siente placer y bienandanza,
respira solo amor, juegos y risa.
Mas, ¡ay! que pasan los fugaces años,
Y huyen los sueños de zafir y rosa:
Hieren su corazón los desengaños,
Ve la verdad desnuda y horrorosa,
y es dichoso, si al fin de su existencia,
le acompaña al sepulcro una creencia.