Yo venía con una paz solemne,
con una fiebre de pascua recobrada;
fija al dolor no obstante,
y ya estabas allí:
pálido papel para mis besos,
como una luz humedeciendo el aire,
lejano ruiseñor copioso,
piedra y carne.
La noche izó su túnel.
Todo fue breve:
el vaso,
la soledad del sur donde comimos.
No era,
No podía ser
porque la rosa que cortamos vuela.