Carilda Oliver Labra

Era un dios nocturno

Era un dios nocturno
cuando le encontré.
 
Sin padre en la mesa,
sin mesa tal vez.
 
Yo le dije: espada,
me dijo: clavel.
 
Desde entonces fuimos
este mismo ser.
 
El pensaba mucho,
nunca supe qué.
 
Me puso en su pecho,
le puse en mi sien.
 
Atleta descalzo,
tenor hasta el re.
 
Fantasma, leyenda,
y verdad también.
 
¿Qué regalos quieres?:
Cigarro y café.
 
Y tallando estaba
el totem aquel.
 
Mi palomo verde,
mi querequeté.
 
Dolor de cabeza
y la sed, la sed.
 
Así por los años,
roto y al revés.
 
¿Cómo no quererle
de la ceja al pie?
 
En sábanas blancas
un profeta fiel.
 
Tenía ese frío
del que va a caer.
 
La muerte, la muerte
se casó con él.
 
Mi palomo verde,
mi querequeté.
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