LAS GARZAS DE MIS TARDES
De sur a norte, en la mañana, viajan
en su blanco desfile hasta la charca,
que llena de taruyas las aguardan
por darles de comer en abundancia.
Cuando llegan incólumes y castas,
de nuevo se saludan reverentes
y olvidan por momento el apetito,
que el viaje a comenzar las obligara.
Horas después, dedícanse hacendosas
a limpiar de parásitos el hato
para pagar, al dueño, de este modo
el arriendo del fresco de la aguada,
luego comen gustosos pececillos
en banquete frugal y campesino;
conversan animadas, en su idioma,
y emprenden satisfechas el retorno.
Luego de norte a sur, en el ocaso,
vuelven a desfilar bajo mi tarde;
y yo muy pobre, triste y solitario
las veo bajo el cielo de mi rancho.