Enrique Banchs

La urna: 88

Con el casco opulento alta la testa
recta y firme, el mirar como soñado,
sobre extendida garra la otra puesta
y ola de hierro el cuerpo recostado;
 
por su actitud de contenido empuje
e inmóvil en su estampa soberana,
¡cómo impone el león!... Si a veces ruge
como un metal resuena la mañana.
 
¡Oh, prisionero! ruges... Mas graciosa
llega la dama del vestido rosa,
que a tu cabeza que se humilla asusta
 
bajo el pompón de seda de su fusta...
Pues tampoco tu fuerza es un amparo
contra la dama del vestido claro.
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