Enrique Banchs

La urna: 41

La sirena fatal fuera piadosa
para el ilusionado por su canto
que a punto de caer rompiera el llanto
y gemebundo le dijera: ¡oh, diosa
 
del mar azul, perdóname! Tu encanto
apaciguado, deje a pesarosa
vejez que llegue al lado de la esposa
que en las ausencias he nombrado tanto.
 
La sirena le oyera... Pero es mía
suerte más despiadada:
y el alma olvida lo que tanto ansía
 
que es verse en ciego olvido serenada,
pues cuanto más la imploro más me oprime
y jamás mi sollozo me redime.
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