Enrique Banchs

La urna: 38

Este que oprime el corazón sin ruido
con la corona de sus dedos yertos,
espera todavía. Aquí dormido
reposa con los ojos entreabiertos.
 
Sobre él no se inclinó mirar querido,
un rostro que llenase sus desiertos
ojos que por la culpa del olvido
no tienen un tesoro entre los muertos.
 
Tú, feliz pasajero, que has de hablarla,
dile que venga y calme con mirarla
la pena entre los párpados helados.
 
Acerqué a la esperanza su clemencia;
cierre con la piedad de su presencia
los ojos entornados.
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