Cargado tengo de riqueza sorda
el cerebro confuso y populoso,
que de conocimiento se desborda,
inconsciente en su impulso generoso.
La multitud de libros son el parque
fastuoso y misterioso que fatiga
mi ansia de conocer. ¿Qué hay que no abarque
tanta codicia que a ignorar obliga?
Ciencia que no me vale para nada
pues no se cambia en pan ni en buen consejo
ni en la amistosa plática retrato.
Aún no sé comprender una mirada,
ni sé si la altivez de que me quejo
más que desdén es femenil recato.