Entro a mi casa fatigado bajo
la ley del diario y mísero trabajo
que seca la espontánea flor del poco
de ensueño... ¡Y siempre así!... Y siempre invoco
a lo más puro y libre de mi ser,
a lo más permanente para hacer
la ciudadela blanca en que me olvide
lo que fatal necesidad me pide...
Blanca carilla ante de mí vacía
como escenario abandonado espera
la pequeña tragedia de mi día.
Pero fatiga estéril te lacera,
¡oh, alma! y como un perro en el umbral,
te duermes en la hoja virginal.