Augusto E.

He querido decirte que te extraño

Hoy la abracé como me hubiera gustado abrazarte. Pienso en donde estarás y con quién gastarás tus risas y tus charlas banales. La abracé y fue como abrazar un recipiente cálido Pero difícil de rodear con mis brazos incómodos y gélidos, casi entumecidos de tanto ceder al gesto antinatural. La amo, debo admitirlo, como quien ama a un huésped, alguien que ocupa un lugar y luego se va para volver al rato, luego irse y regresar infinitamente. Uno sabe solo está para rellenar porque no es el dueño del asiento. Sé que es injusto, casi malévolo. He aprendido a engañarme y así a los otros, porque si yo mismo no lo creo hasta cierto punto, el resto no lo hará entonces me convenzo de amar profundamente, suelto a andar aquellas mariposas dubitativas en mi estómago que vomitan palabras y cursilerías varias, el romanticismo me sabe amargo, es un vaso de angostura con hielo.
Pero en las noches pienso en vos, ni siquiera sé si estás viva, ojalá lo estés. Una noche hablando con ella me dijo que desearía que no lo estuvieras, me sorprendió el comentario pues no hablo mucho de tí. Casi no hablo. Vivo en una extraña película de 24 horas, de 1440 minutos, de 86400 segundos, se me hace una eternidad y todas las mañanas se repite. Cuento las horas que duermo porque ya duermo pocas, me amanezco y madrugo, soy más melancólico al despertar por lo que me levanto antes que ella, me acuesto en el inodoro y tapo mi cara con las manos, muerdo una toalla si tengo ganas de llorar. El insomnio se ha tornado un grave problema. Cada vez que cierro los ojos te veo, me despiertas y levantas, me preguntas dónde he estado, yo me siento culpable por haber estado en falta; no sé, no sé qué me pasa. Quiero estar contigo y también deseo vivir la realidad. A veces, cuando cierro la vista te imagino y pido que me sueltes, que me dejes ir y soy yo quien es el culpable porque yo te dejé ir. Tus padres estuvieron esa mañana en la habitación antes de que nos juntáramos a merendar. La charla que me dieron, no la podría olvidar jamás. Que no te merezco, que soy un don nadie, que solamente voy a lastimarte. Eran las frases más tranquilas que me dijeron. Ahora los entiendo. Me he convertido en lo que ellos querían y sé que no te puedo hablar porque tengo miedo de que lo que me dijeron se vuelva realidad. He moldeado mi vida en base a sus deseos. Nos bloqueamos de nuestras rutinas, cada sitio que entro sé que no te voy a encontrar. Te conozco demasiado bien. Sé que no gustas estar entre aglomeraciones, que te gusta el rosa, admiras a Frida Kahlo, estás interesada en los idiomas y en la política aunque no lo admitas defiendes mucho tu posición sobre el aborto y la religión, amas leer y adorar la soledad. Rezas todas las noches.
Te escribo y no, me anoto lo que hubiera querido decirte, me cicatrizo, este lápiz no es cuchillo sino pincel en donde tapo tus recuerdos de la pintura más bella que he podido ver. Esta pluma está cortada y me mancha, trato de borrar la tinta Pero no se acaba y termino como tabla de Rorschach.

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