La vida salió de mi cuerpo,
pero aún puedo volar en el recuerdo,
ya no tengo piel ni cabello,
es curioso que mis alas sigan intactas pegadas a mi espalda y cuello,
parece que las alas me hacían libre aunque,
pensándolo bien, creo que nunca lo fui, sólo a momentos,
cuando se me permitía decir que sí, o muriendo en el intento.
Mi corazón ya no late aunque suspiro porque un día reí,
amé, fallé, viajé,
no soy un alma perdida,
tengo reservación en un campo rodeado de mariposas espejo,
esas que nacen y mueren en el pueblo donde crecí,
hasta que mi cuerpo fue tan visiblemente viejo.
Pretendo pasar mi eternidad viajando con el viento,
sirviéndome del sol, abrazando mis recuerdos,
hasta ya no ser lepidóptero,
de especie nocturna, que aun sin vida, recita bajo el cielo.