No soy nada,
lo que soy no lleva nombre,
no se une a nada,
ni existe de forma tangible.
Lo que soy no es mucho,
no es medible, ni palpable,
no tiene certeza,
no es manifiesto ni evidente.
Soy una nada,
mi hogar no está en un lugar fijo,
pisando la tierra soy solo una humana,
muchos como yo ya han existido.
Pero sólo en esta forma de ser nada,
paso entonces a convertirme en un vacío,
donde no espacio para juicios,
sólo inocencia pura y viva,
donde late mi deseo de amar
y dejan de existir las órdenes del pasado,
las hojas viejas y los prejuicios que enferman,
mi recipiente vacío puede capturar cualquier cosa, por simple que sea,
una taza de café,
el canto de un pájaro,
una pintura en la pared.
No soy nada, lo que soy no lleva nombre,
porque al nombrarlo me convertiría sólo en ello
algo que pudiera describirse y,
¡qué limitante sería eso a mi alma!
sería encasillarla, encadenarla, etiquetarla,
y ¿cómo le haría eso yo?
si quiero que renazca y evolucione día con día.