Hoy te encuentro lejana, tan así que si por casualidad escucho tu voz, de las tripas me nace vergüenza.
Estás solo cuando la música deja de sonar y cuando relucen inamovibles las estrellas, solo cuando me encuentro absorto en el sonido de mis pensares.
Las brisas del Pamplonita se cargaron nuestras tardes departiendo, el palo de mango, tú sonrisa grabada en mi celuloide y el te amo que nos robó el cují en mi patio.
Hoy te escribo cercana, ojalá me leas lejana pero no para siempre.