En Castilla está un castillo, que se llama Rocafrida;
al castillo llaman Roca, y a la fonte llaman Frida.
El pie tenía de oro y almenas de plata fina;
entre almena y almena está una piedra zafira;
tanto relumbra de noche como el sol a mediodía.
Dentro estaba una doncella que llaman Rosaflorida;
siete condes la demandan, tres duques de Lombardía;
a todos les desdeñaba, tanta es su lozanía.
Enamoróse de Montesinos de oídas, que no de vista.
Una noche estando así, gritos da Rosaflorida;
oyérala un camarero, que en su cámara dormía.
—«¿Qu’es aquesto, mi señora? ¿Qu’es esto, Rosaflorida?
»O tenedes mal de amores, o estáis loca sandía».
—«Ni yo tengo mal de amores, ni estoy loca sandía,
»mas llevásesme estas cartas a Francia la bien guarnida;
»diéseslas a Montesinos, la cosa que yo más quería;
»dile que me venga a ver para la Pascua Florida;
»darle he siete castillos los mejores que hay en Castilla;
»y si de mí más quisiere yo mucho más le daría:
»darle he yo este mi cuerpo, el más lindo que hay en Castilla,
»si no es el de mi hermana, que de fuego sea ardida».