Angelao El Sencillo

ORÁCULO

NARRACIÓN DE LA PÉRDIDA DE LA DIGNIDAD,
POR: LA ELA

El médico me dijo que intentaría curarme de esta maldición que no inculpa a ninguna etnia. Pero el pronóstico era clarividente. No sabían exactamente cuanto me quedaba de vida, pero a mi eso no me preocupaba. Yo ya sabía la fecha de mi muerte.
Se acercaba el día y los dolores iban aumentando por segundos. Lo que había sufrido en vida, lo dejaría atrás. Por fin.
Llegó el día de mi muerte. Se me hizo largo. Fue como cuando llega el primer día de verano. Aunque este verano no lucía como los de antaño. Y como había planeado, me hallaba sola, desnuda, en el trono que me ataba desde hace unos meses, y desde el que no quería ser judgada por San Pedro. Delante del espejo dije adiós a un saco de carne que no era yo. Las paredes de mi viejo piso eran las únicas que me entendían. Ellas me habían visto ser feliz. Y desde aquel fatídico noviembre lloraban por mi. Mi familia era egoísta. No les culpaba. Tampoco era fácil estar en su lugar. A mi no me daba miedo la muerte. A mi me daba miedo que llegase el día en que me ahogase en mis propias lágrimas, el día en que mi pena no encontrase el grito para evacuar de mi mente. El día de mi muerte fue el mejor día de entre los últimos. Por un momento recogí del suelo mi dignidad. Y con ese pinchazo volví a sentir algo más que dolor antes de no volver a sentir nada para siempre. Acerté el día de mi muerte.
El día de mi muerte terminé con las humillaciones que me topé en vida.
El día de mi muerte morí, dignamente.

para aquellos egoístas que quieren perpetuar el sufrimiento de algunos por sus creencias

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