Como la sombra al cuerpo, el sentimiento
a perseguir se inclina tu hermosura,
mas si dicen mis ojos mi ternura
casto respeto sofocó mi acento.
Con tu imagen querida, en su aislamiento
forja el alma quimeras de ventura;
nunca esa dicha alcanzarás —murmura
la despiadada voz del pensamiento—.
Amarga pena al escucharla abrigo,
y luego el corazón, como un tesoro
acoge ese dolor, y te bendigo.
¡Y sin nada esperar, ciego te adoro!
¡Ay, si a mi seno del dolor amigo
volver pudiera al desterrado lloro!