Angel Celes Tial

harlem

Ya nadie da un dólar
por los negros de la esquina.
Murieron en el cine
a la orden de Hollywood.
Desde la otra costa
se encargaron en decidir
que los malos
eran quienes no veían
el celuloide de su cerebro.
No había más, los coches
continuaban aparcados
en las aceras
donde vendedores de crack
hacían su negocio
junto al puesto de naranjas.
Un perro husmea la cabeza
de un negro asesinado
por una bala asesina.
El semáforo puesto en verde
hace que la ciudad siga su curso.
Esto no da aargumento
para otra película
de cine negro.

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