Conversaciones con la sabiduría
Hundida en mi histeria y depresión, me preguntaba cuándo acabaría mi miseria.
De pronto, un hombre de barba blanca se acercó y me dijo:
“El miserable no es aquel que sufre, sino aquel que cree que Dios lo ha abandonado en su desgracia.”
Confundida por lo que me había dicho, le pregunté:
—Entonces dime, ¿Cómo acabar con este sentimiento de soledad?
Se sentó a mi lado y, con una risa burlona, respondió:
“Observa lo que hay a tu alrededor, para que te des cuenta de que la soledad no es un padecimiento, sino un estado del ser.”
—¿Y cómo acabo con mi depresión?
“Las flores necesitan regarse para crecer.”
—¿Y mi falta de sentido?
“Ayuda a alguien.”
—¿Y mi miedo al futuro?
“Es una ilusión.”
—¿Y mis errores?
“¿Cómo puedes saber lo que te conviene, sin antes haberte equivocado?”
—¿Y si nadie me ama?
“Alguien te creó porque creyó que la vida no sería la misma sin ti en ella.”
“Tu miseria no es porque algo te falte, sino porque no has conocido a Dios en las cosas cotidianas.”
—¿Y quién es Dios?
“¡Oh, niña tonta! ¿Es que aún no lo has entendido?”
—Alma Mojica
