¡Oh, la imagen triste de las casas viejas,
llenas del recuerdo de una antigua historia
de amores fugaces y cosas añejas
que se pierden lentas allá en la memoria!
En grato recuerdo ya se ha transformado
la figura dulce de una amada bella,
en quien muchas veces hubimos pensado,
a la luz dorada de lejana estrella.
Solos los jardines, marchitas las rosas,
callada la fuente que ya se ha secado,
tienen la tristeza que tienen las cosas
cuando rememoran un amor pasado.
Esas casas viejas, saben los secretos
de muchos suspiros y mucho cariño,
saben el origen de muchos sonetos
que rimó un amante corazón de niño.
¡Oh, las casas viejas! Tienen los misterios
dulces e ignorados de la evocación.
—¡Oh, las casas viejas! Son los cementerios
donde duerme yerto nuestro corazón...