No seré de ese pueblo que me nombras,
No formaré parte de la memoria que recobras.
No sentiré ese cariño tan cercano,
No veré a aquellos que han nacido en el campo
con los mismos ojos de tu llanto.
Yo soy más de ciudad,
pero de las que pudieron ser pueblo, en verdad,
que las acompaña un pasado rural,
y siento orgullo por ser, de esta tierra, natural.
Desde aquí puedo ver la cercanía de la gente,
que te ayuda, que está presente,
y, aún, hay una mezcla bonita,
urbana, cosmopolita,
y, ¿por qué no?,
rural.
Los pueblos que conozco
y que en ti reconozco
están vestidos de tradiciones
y llevan consigo canciones tomadas muy a pecho.
Son de tejer el sacrificio,
de tener un buen oficio,
de recoger y trabajar
para comer, para conservar
un futuro,
un deseo familiar.
Y ahora, mirando atrás,
se ve lo que hemos perdido,
lo que en dos hemos partido.
Dando por hecho
que lo tradicional
y regional
ya no forma parte de nuestro momento actual.
Y es que los hechos,
los derechos,
las maneras,
las palabras sinceras,
los valores,
los dolores,
y los tiempos han cambiado;
no es igual lo cosechado.
Y yo, que quiero oír de tu infancia
cuando hablas con cero arrogancia,
que quiero sentir cómo recabas en la memoria
la historia que no se detiene, como una noria,
todos los detalles que te hacen sentir
que fuiste un día feliz
con poco o nada,
y de lo mucho que podías prescindir.
Lo sencillo y lo cotidiano
se hacían hueco,
se reflejaba lo humano.
Contigo puedo entenderlo,
contigo puedo saberlo.