¿Y si me ahogo en el recuerdo?
Hay noches como esta que sientes el movimiento de tu pecho en un ligero ritmo que se armoniza con las ideas sueltas de la cabeza. Los recuerdos de una vida pasada se prenden en el centro de tu mente, y aunque sabes que ese pasado fue tuyo, por una extraña razón sientes que en esas fotografías no eres tú el que estuvo en aquel lugar, ni con aquellas personas. Y cuando sientes que tu corazón se comprime de a poco, te das cuenta de que ni siquiera logras reconocer el rostro de aquel niño que se supone fuiste hace algunos años. Extrañas –por la felicidad de la risa de aquel niño–, estar nuevamente en aquel tiempo en donde parecías que eras dichosamente feliz, y que absolutamente nada agobiaba tu mente. Extrañas aún más poder sonreír a cada rato sin temor a que los demás te observen porque en ese tiempo no le dabas tanta importancia a ser alguien vulnerable quien pueden lastima. Deseas corregir esos errores, y decir aquello que tenías que haber dicho en el momento adecuado.
Para poder así, librarte de esa cadena de pensamientos, que trabajan en reacción cuando uno de ellos se toma tu cabeza. Sumiéndote en una depresión que te lleva a comparar tu presente con tu pasado, e inevitablemente desearas con todo tus partículas volver a aquel punto en el que eras feliz y lo desaprovechabas en tonterías. Ya quisiera estar nuevamente sentado en esa banca, y mirar a la cámara para decir: sé feliz porque yo me siento feliz.