Confundido, a tientas, arrastro mi cuerpo.
Quién sabe de mí, olvidaron los muros y
las habituales tristezas que uno y otro día alimentaba
el fuego del tiempo en mi corazón.
Como la oscura pared que corta la ferocidad del aire
escucho con afán ir y venir los días.
Los días con su progenitura de artificios
y sueños, los días que llegan y parten definitivos.
Nunca fui un asesino, mis manos
solo han sido deseos inconclusos
como mis ojos incesantes crepúsculos
ciegos por la avaricia que trae la noche.
Nunca he visto el amanecer
sin embargo he soñado las aguas
y he sentido el abrazo insomne
de su danza en mi corazón.
Yo mitad divino mitad bestia
o acaso mitad hombre, mitad mujer.
¿Es la incertidumbre, la dilación
la tardanza, mi destino?
Hay un exuberante fuego que me colma
donde soy más que esta apariencia
y puedo pensar una ciudad, una calle
una mujer y el rastro de mi asesino.
Algún día vendrá
Yo le espero con júbilo
con la inocencia del niño
que nunca ha tenido un amigo
a quien contar sus hazañas.
¿Quién es esa mujer que hay en mis sueños
que apenas puedo recordar su nombre?
Hay días que está triste y yo quisiera
inventar una palabra desde mi destierro
aunque ella no pueda escucharla.
Una palabra de pétalos y turquesa.
Una palabra intacta de amanecer y viento.
Hay días que no sé pensarla
y como hoja me dejo caer en sordina
a orillas de un murmurante río
donde las mujeres de la aldea lavan sus cuerpos.
Beben ajenjo y juegan a tocar sus pechos
sus piernas lacias y pálidas.
¡Ah!, si pudiera ser más que un sueño
tocar sus ojos, sus ojos que no me pueden ver.
Si pudiera sentir sus cuerpos desnudos en mi silencio.
Si pudiera escapar de mí
regresar a los paganos asombros
sin que las dudas fatiguen la memoria.
Han llegado las nieves, el verdugo
viene presto por mi cabeza.
Le asusta la voz rotunda de mi lengua.
Le asusta lo que soy.
Tú que amaste mi cabeza y cuidaste mi ira
dime entonces cómo salvarme.
Necesito creer que nada es tan terrible
cuando las clepsidras anuncien la sequía.
tu voz me llegue a través del sueño
como corriente de liviano paso:
“Hijo es el frío de la hojarasca
lo que punza la razón, pero tú
no debes tener miedo
a esas voces, asustadas en tu cabeza.
No debes tener miedo.”
Tu voz en blanco y negro
sin fronteras, repleta de persistencia
recuerdo sin memoria
como esas palabras nunca dichas
que escribo a ciegas sobre estas paredes
que nadie sabe que existen.