Me quedo en la inercia
después del encuentro imaginario
de mi cuerpo
que respira, apenas
untado a tu piel.
Lánguida, permanezco mirando
el techo
acuarela de viejos aguaceros
en donde giran mis pensamientos
y se confunden con tu recuerdo.
Después sólo frío.
Me abandono de nuevo.
En un abrazo y froto mis hombros
tus manos
fantasmas que me acarician.
Respiraciones a la mitad
ciclos que se repiten
noche a noche.