Estaba la mora, estaba,
entre la paz y la guerra
con su dos hijas queridas
Blanca Flor y Filumena.
El duque don Bernardino
se enamoró de una de ellas
se casa con Blanca Flor
y pena por Filumena.
Y después que se casó
se la llevó a lejas tierras;
cumplidos los nueve meses
volvió a casa de su suegra.
Buenos días tenga, madre,
muy buenos, hijo, los tenga.
Cómo quedó Blanca Flor,
en víspera a parir queda,
y le manda a suplicar
que le empreste a Filumena.
Cómo la has de llevar, hijo,
siendo muchacha doncella.
Yo la llevaré, señora,
como prenda suya y nuestra.
Toma, muchacha, esta llave
abre ese cofre dorado
y ponte el mejor vestío
pa´que vai con tu cuñao.
El duque don Bernardino
al anca se la llevó
y en el medio del camino
su pecho le descubrió.
Después de cumplir su gusto
la lengua se la cortó.
Con la sangre de su lengua
ella una carta escribió,
a un pastor que va pasando
que por señas lo llamo.
Toma, pastor, esta carta
llévasela a Blanca Flor.
Blanca Flor des que la vio
con el susto mal parió.
El duque don Bernardino
a un peñasco se arrimó
que lo hizo diez mil pedazos
y el diablo se lo llevó.